viernes, 3 de junio de 2011

NACE UNA REVISTA

HAY QUE DAR LA BIENVENIDA A UNA NUEVA REVISTA:

IMPOSSIBILIA



Recientemente acaba de salir a la luz pública la revista Impossibilia, con un primer número titulado Formatos  y palabras: crear, leer, transmitir, con un amplio y rico elenco de investigadores, jóvenes o no tanto, donde impera el rigor y el buen gusto académico.
Sin duda, hay que felicitar a todo el grupo de dirección: desde luego, Granada sigue siendo una importante fontana de importantes mentes literarias.
Creo que hay que darle una afectuosa bienvenida a esta revista.

Quien desee ampliar información puede consultar la siguiente página web:

www.impossibilia.org

aforismo para el fin de semana

Oficio curioso el de la literatura: cuanto menos se hace, mejor hay que hacerlo.


Jules Renard


jueves, 19 de mayo de 2011

LIBRO RECOMENDADO DE LA SEMANA: POESÍA

Invernadero 
de 
María Paz Moreno.

Un libro de poemas siempre es una buena ocasión para establecer un juego de pareceres entre el autor, el lenguaje y el lector.  Un buen libro de poemas, además, te abre nuevos interrogantes sobre tan novedoso encuentro. Y un gran libro de poemas, finalmente, deja todo un horizonte abierto de preguntas y respuestas que el tiempo se encarga de enriquecer soberanamente, pues su intensidad es tal que tiñe sus versos de un resplandor salvaguardado por el buen gusto que siempre se distingue en los lectores apasionados por la poesía. Invernadero, de Mª Paz Moreno es un buen libro de poemas- publicado en la siempre alabada editorial sevillana Renacimiento- que, seguramente, será considerado en un futuro a corto plazo como un gran libro de poesía en este siglo recién estrenado para la historia. Tal vez porque el universo poético que en él se nos plasma con nítida voz y rica expresión atravesará la maraña densa del actual mercado editorial y nos llenará de un aire nuevo, de una visión original de la existencia humana, de sus conflictos diarios, de sus encuentros cotidianos. Es decir, aportará una visión de mundo y una expresión capaz de enriquecer la poesía actual, no con títulos y publicaciones acumuladas, sino con intensidad, con autenticidad y con ese estandarte de sencillez embaucadora, seductora e invocadora que nos trasporta a la mayor de las complejidades que la poesía alberga en su misma esencia expresiva. Sin duda, las reducidas dimensiones del libro (24 poemas lo componen) hablan, muy a las claras, de cuál es el grado de intensidad que destilan sus versos y hasta qué punto las grandes esencias se siguen guardando en frascos pequeños.


Su título es, cuanto menos, significativo: ¿qué se encuentra en un invernadero? Lejos de entender el invierno como total extinción de la vida, María Paz Moreno nos ofrece una lectura de la fría estación como tapiz que enmarca un mundo de posibilidades ocultadas por el propio temor que el ser humano suele tener de tan gélida estación. Todo el perfecto equilibrio de la vida alcanza un sentido o una razón de ser que excede cualquier intento por querer controlarlo desde el simple razonamiento de lo cultural y de lo racional. Lo que sorprende, en este sentido, es que el invierno devuelve a los ojos un paisaje plagado de belleza, de misterios y de perfectas simetrías cuyo cálculo parece no afectar a la esencia humana. La idea del progreso a través del tiempo nos devuelve una visión escéptica ante tal hecho en el poemario, ya que se desconfía de que se haya conseguido logro alguno para explicar, con sabiduría auténtica y neutral, la existencia, los sentimientos, las sensaciones que tanto y tanto nos definen a lo largo de la vida. Ante este invierno la voz protagonista de sus versos solo se adentra en la lectura del mundo, en su deleitable manto blanco y en la celebración de la vida como espectáculo, donde la naturaleza juega su perfecto papel armónico, en un marco escénico plagado de detalles y de anuncios existenciales, teñidos de misterio y seductora expresión.
Pero una cosa muy distinta- y casi ajena- es el invierno interior. Contra esta desazón interior conspira ese invernadero de las palabras: como refugio o regazo donde el lenguaje adquiere un personal valor redentor, supurando las heridas de la vida, de la compañía, de la distancia. Es decir, es el lenguaje poético el manto blanco que cubre las experiencias cotidianas, tanto las gozosas como las más dolorosas.
Esta estación sí afecta a la visión del mundo para esa voz poética y la convierte en contemplación hambrienta de la vida. Un hambre que no logra saciarse en el día a día y por ello busca el invernadero, como última respuesta frente aquello que no se sabe bien por qué se busca. Porque ¿qué se busca en ese invernadero?
Si en el invierno exterior uno encuentra motivos para la belleza más sublime (no divinizada), en el interior la acción se transforma y debe ser el sujeto poético quien se adentre en la propia búsqueda de sus preguntas, en la lectura intensa del mundo que le rodea, sin alardes ni tecnicismos.
En este sentido, el precioso poema «Oración del paisaje» Moreno nos sitúa ante la improductividad humana innata. El equivocado ser humano se sumerge permanentemente en una lucha que le lleva a la venganza y, por ello, a la herida, al dolor, al sufrimiento. Frente a esta vacua razón existencial los árboles, a pesar de que «saben de dolor y de silencio, / de inviernos crueles y primaveras esperanzadas» son tenidos como «criaturas afortunadas», pues en ellos destila la vida, con esplendor y generosidad. El hombre se siente ajeno a esta voluntad vitalista y tilda de sabiduría aquello que sólo le niega la libertad de gozar plenamente de sus ciclos vitales.
Pero la búsqueda continúa y, como desde una atalaya, el poema que le sigue- «Blues»- nos afirma que persigue «el destello terrenal de la luciérnaga»; es decir, la vida en sus detalles, brillantes en la oquedad de la noche, pero efímeros. Porque el recogimiento en el invernadero le otorga una visión más concienzuda de la realidad que le rodea: es un claro síntoma del recogimiento forzoso que conlleva el invierno, pero también es un modo de abrir la mirada al mundo, con ademán de perplejo ermitaño. Este recogimiento le garantiza una visión más personal de lo que dolorosamente le afecta y le niega la plenitud y el equilibrio armónico que anhela. Así, en el poema «Marzo» ya se nos apunta directamente este concepto: «vive para buscar la plenitud / que tu parpadeo sirva al afán de belleza / y contemples el mundo, y lo interpretes».
Desde luego, hacía tiempo que no se le cantaba con tanto ímpetu a la vida como ocurre en este libro de poemas, sin alardes de optimismo (también peligroso en grandes dosis) ni de encomiados caminos de encuentros místicos: la vida que guarda siempre secretos, puertas ocultas por donde entran nuevos compañeros de viaje, inquilinos del corazón y perpetuos de la memoria dolorida. La vida- decíamos- no sólo como un ejercicio de respiración continuada, sino como permanente aventura que reserva, bajo la llave de los encuentros y del seguro azar promulgado por Salinas, las más variadas sorpresas, con el aliciente de no saber qué deparará esta aventura en cada instante. Es decir, proyectarse hacia el fascinante viaje existencial sin sobrepeso de equipaje y preservando (ahí estaría nuestro particular invernadero) aquellos momentos en los que, por un instante, todo el ciclo temporal se haya detenido y haya proporcionado una fascinante lección de vida, de lo que somos, de lo que nuestro invernadero guarda y de lo que en él germina, al calor de nuestra memoria.
La gran unidad de su tono hace de su lectura un intenso recorrido por aquellos lugares del descubrimiento donde se aspira a que «mis ojos se reconcilien con la luz» (poema «Prinsengracht 263»). Es un libro emocionado que se atreve, incluso, a retomar la fórmula del monólogo dramático, como en el poema «Simone de Beauvoir reflexiona ante un verso de Concha Méndez», donde quizás quede de manifiesto- como le ocurriera a Cernuda- esa lejana aventura americana que la autora vive actualmente, haciendo uso con gran resultado de un modelo compositivo complejo y delicado, donde la voz del poeta ha de saber qué significa ver el mundo con otros ojos pero sin perder la propia visión que le ampara. Seguramente su estancia en Estados Unidos ha colaborado para que Mª Paz Moreno se enriquezca con una perspectiva cultural diferente y esto la convierta en testigo privilegiado del espectáculo de la naturaleza y una valoración extrema de la compañía, pero también de la hemorragia que producen las ausencias.
Invernadero es un libro con el que el lector se sentirá resguardado por su mensaje conciliador, precisamente para liberarse de esa angustia que los problemas del día a día le provocan. En este sentido, Mª Paz Moreno no sólo nos deja un hueco en su rincón protector de la escritura, sino que además nos trata de abrir los ojos hacia una visión de la vida desligada de aquello que, desde luego, resulta inoperante y alienante para el ser humano. Así, todo conspira para lograr la plenitud que ella misma reconoce andar buscando, pues la vida no es un campo de sembradas respuestas: es el hombre quien las ha de buscar, desde la serenidad y la armonía. Ella nos describe su propia experiencia quizá considerando que una referencia más de esa misma búsqueda puede arrojar nuevos caminos para otros. Y desde la textura de su visión poética la poeta nos recuerda, con la calidez de su expresión, que miremos al mundo y que, por una vez, dejemos que su enseñanza nos eduque en aquellos valores de los que somos eternos huérfanos como golondrinas o cigüeñas blancas que ya no saben regresar con el invierno sobre los etéreos pasos de sus plumas sobre el aire africano.


RAZÓN DE AMOR
O DE ESCRITURA


Breves episodios
de infidelidad y olvido
me traen a ti de nuevo.


Regreso hoy
como he regresado siempre
a tu imposible dominio, a la humillación
que me haces a cada paso,
sintiéndome siempre
desdeñada, maltratada, paria.


Invariablemente vuelvo a ti
y desde ti escribo, indago, pregunto,
leo a los poetas, mis semejantes.


Ebria ya de versos te me entrego,
rendida como estoy a tu llamada.

              ***

Invernadero (Sevilla. Editorial Renacimiento, 2007) 

MORENO, María Paz (Murcia, 1970). Primeras ediciones: La semilla bajo el asfalto (Autoedición. 1994), Mudanza en su costumbre (Elche. Frutos del Tiempo. 1996), Correspondencia atrasada (Valencia. Pre-textos. 1999), Geografía íntima. Los dones perversos (Libros del Innombrable. 2005), Invernadero (Sevilla. Renacimiento. 2007).




RECORDANDO: VISITA DE CARLOS ALCORTA AL AULA DE POESIA DE LA UNIVERSITAT DE VALÈNCIA

CARLOS ALCORTA



El pasado miércoles, 11 de mayo de 2011, el poeta Carlos Alcorta leyó en el Aula de Poesía de la Universitat de València, que coordina Begoña Pozo.

Pocos poetas adquieren el rango de emocionantes e intensos en todas sus obras: este privilegio está reservado a los dotados de una voz poética que no sólo te vence en su tono y su mundo, sino que, además, te convence con su expresión. Porque una poesía teñida de realidad no es una poesía desposeída de intensidad retórica, sino de retoricismo: sus poemas destilan profundidad de pensamiento y furor emocional, como arrastrado por una voz que no deja llevarse ni por el éxtasis ni por la meditación distante. Es, en síntesis, perfecta sincronía de aquello que llamamos “poesía en carne viva”, donde la herida de la vida muestra el sometimiento al que está abocado el ser humano: la permanente renuncia que todo camino existencial exige.  

Baste decir que la intensidad de sus poemas sorprende al lector, no desde el ingenioso juego de vocablos, sonidos, ritmos o mecanismos de arquitectura poética: le sirve dejar claro al confidente que al otro lado del libro se tensa leyendo, que todo lo que aquí escrito es el destello de un tiempo que ha pasado por el pulimento del lenguaje. 
Y es en la lucha por querer descifrar la complejidad de la vida, la íntima y la social, donde sus versos tejen su trama, se incardinan y se cruzan hasta formar el tejido de su propio traje lírico.

Tuvimos la oportunidad de disfrutar de su presencia, de oír sus poemas desprendidos de su propia voz: hizo que la tarde se colmara de poesía.

Aquí os dejo uno de sus poemas:


Hurté palabras aisladas que oía
como en sueños, a una voz irascible
y reincidente- ¿Era, tal vez, mi propia
voz que regresaba del otro lado
o fue, quizá, tu boca, tan extraña
que parece mía, quien pronunció
las amenazas? No puedo saberlo.
Sólo sé que a favor del viento icé
las velas y navegué por un mar
de alcohol y verano hacia un confuso
destino cuya imagen
errónea y fugaz favorecía
la sutil permanencia del deseo.

                                   (de Trama, Madrid. Editorial Algaida, 2003)

martes, 3 de mayo de 2011

CONFERENCIA

 
 Miércoles, 4 de mayo de 2011
en el aula S05-Facultat de Filologia 
(Universitat de València)
de 20-21 h.
CONFERENCIA DE JUAN ANTONIO G. ARDILA (UNIVERSITY OF EDINBURG)
 
"La estética modernista en el teatro espanol:
de Ibsen y Strindberg a
Unamuno y Valle-Inclán".
 
Juan Antonio G. Ardila es profesor Titular de Estudios Hispánicos en la Universidad de Edimburgo. Se doctoró en Literatura Española por  la Universidad Autónoma de Madrid y en Filología Inglesa por la Universidad de Extremadura. Como autor, ha publicado seis libros sobre literatura española y literatura comparada, por ejemplo, Cervantes en  Inglaterra (Liverpool Univ Press) y La novela picaresca en Europa (Visor, 2009). Sus estudios sobre la influencia de Kierkegaard en Unamuno han aparecido en Revista de Literatura (2008) y Modern Philology (2011). Sus trabajos sobre las adaptaciones inglesas del Quijote en Bulletin of Hispanic Studies (2005), Anales Cervantinos (2009) y otras revistas.

Resumen de la conferencia:
 

El teatro constituye la faceta menos conocida de Unamuno. Algunos críticos han justificado y explicado este desinterés por la supuesta imperfección técnica del sus dramas. Partiendo de la distinción observada por Pardo Bazán en 1899 entre teatro nórdico y teatro mediterráneo, explicará la idiosincrasia del teatro unamuniano en función de la influencia del noruego Ibsen -en concreto de las obras Un enemigo del pueblo, Hedda Gabler y Los espectros-, que, al contrario de lo que han sugerido algunos críticos, se extiende hasta la década de los años veinte.


El esperpento se ha considerado género esencialmente español, siempre  
dentro de los gustos intertextuales de Valle-Inclán. Si bien se han  
apuntado similitudes entre Luces de Bohemia y el drama A Damasco del  
sueco Strindberg, se verá que las principales características del  
esperpento se adelantan en el drama titulado La sonata fantasmal de  
Stringberg, estrenado en 1907. De este modo, se entiende el esperpento  
como un producto típico del modernismo europeo y La sonata fantasmal  
de Strindberg como, quizá, el primer esperpento.